
Universos Paralelos
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Esta que ven aquí, con una sonrisa tan grande como el espacio entre Lituania y Brasil, es mi abuela.
Sonríe con dos colegas, en un almuerzo cualquiera.
Pero hoy, esa imagen tiene otro peso.
Hace poco recuperé muchas fotos de su juventud:
fragmentos detenidos en el tiempo que yo llamo tesoros.
Alguien hizo click y, sin saberlo, atrapó algo más que un gesto:
atrapó una ráfaga de su alma en un papel.
Sostener esta imagen en mis manos es como mirar por una rendija al pasado, a la historia.
Una ventana por la cual no solo miro… también participo.
Soy quien decora la escena con nuevos colores,
quien reescribe lo ya vivido desde el amor que aún perdura.
Porque me parece que su sonrisa, que me persigue y me habita,
no combina con esas paredes de ladrillo.
La veo mejor bajo un árbol frondoso,
entre colores, flores, risas, pan compartido,
y el sol colándose entre hojas, calentándole el corazón.
Y si es cierto que existen los universos paralelos,
quiero creer que en alguno, esta escena es real.
Que su risa sigue siendo eco en el aire.
Que la escucho.
Y que yo, pincel en mano,
la he traído de vuelta.