
Me lo contó el Ávila
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Esa mañana Julia amaneció con nauseas, siempre le pasaba eso los días de ensayo general. Además, llovía a cántaros y no sabía cómo llegaría al Teresa Carreño a las seis en punto porque el metro no estaba funcionando. Salió a botar la basura y se consiguió a la vecina, que le comentó que su hijo Sebastián se había comprado un carro y estaba trabajando como taxista, por si lo necesitaba. Julia estaba secretamente enamorada de Sebastián.
Julia lo llamó y reservó para que la llevara al Teresa Carreño. Sebastián recomendó que salieran al menos dos horas antes "Con ese palo de agua es mejor salir temprano". Sebastián estaba secretamente enamorado de Julia.
El principio del trayecto fue silencioso, a ambos les daba pena hablar. Hasta que empezó a sonar en la radio "Tu beso se hizo calor...Luego el calor movimiento" Julia empezó a cantar y Sebastián le dijo: "Me encanta Drexler" Ella sonrió... y cuando llegó el coro ambos al unísono, muy desafinadamente entonaron "Nada se pierde todo se transforma, nanana na na, todo se transforma" rieron juntos. A Julia se le habían quitado las naúseas y aunque sabía que tenía ensayo, le habría gustado quedarse en ese instante para siempre.
El limpiaparabrisas bailando. La autopista un estacionamiento. Sebastián y Julia estaban a gusto, se hablaban y se escuchaban. Julia jamás habría imaginado que la mejor cita de su vida la estaría teniendo en un taxi en pleno tráfico y Sebastián estaba ligando que la autopista se quedara trancada para siempre.
Eran ya las seis y media cuando llegaron al Teresa Carreño, Julia, acelerada, pagó y agradeció a Sebastián. Abrió su paraguas y salió corriendo. Llegando a la puerta se dio cuenta que se había dejado las zapatillas en el asiento de atrás. Se dio media vuelta y vio a Sebastían que caminaba bajo la lluvia con las zapatillas en la mano. Julia corrió hacia él. Se miraron a los ojos y sin pensarlo demasiado se besaron.
¿Te busco?- Le dijo él. -No, tranquilo, me regreso con Carmen.- Se despidieron.
Al terminar el ensayo Julia tenía un mensaje en su teléfono móvil: "Te gustaría venir conmigo a ver el encendido de la cruz del Ávila mañana a las siete" Sin pensárselo mucho ella respondió "Me encataría" y empezó a dar brincos de felicidad.
Al día siguiente Sebastián fue a la marcha en la mañana, una más de tantas que ocurrían con frecuencia en Caracas, pero no regresó. Nadie sabe muy bien lo que ocurrió. Se escucharon disparos, el asfalto se tiñó de rojo y Sebastián cayó desplomado.
Julia ahora vive en París y se llevó impresa una foto de la cruz del Ávila y cada primero de Diciembre tiene una cita con el cuadro y se pregunta qué habría pasado si no se lo hubieran quitado todo.
Esta historia también me la contó el Ávila.
Ciudad de Caracas hecha para Gabi.